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La educación financiera debe comenzar en la secundaria: una necesidad urgente para los jóvenes

Cuando uno es adolescente, el mundo parece girar alrededor de exámenes de historia, fórmulas matemáticas y proyectos de ciencias. Sin embargo, en medio de todo ese conocimiento académico, falta una herramienta vital que la mayoría de las escuelas sigue sin enseñar: educación financiera

Es casi absurdo. A los 17 o 18 años, muchos jóvenes en México y en Estados Unidos firman contratos de deuda por miles de dólares para pagar la universidad. Lo hacen sin haber aprendido antes qué es un préstamo estudiantil, cómo funcionan los intereses, qué significa tener un puntaje de crédito, o qué consecuencias reales tiene no manejar bien el dinero. Firman porque les dicen que es «lo correcto», pero pocas veces alguien se detiene a explicarles las reglas básicas del mundo financiero. 

No debería sorprendernos que luego millones de jóvenes enfrenten deudas impagables, estrés financiero crónico y decisiones económicas de las que tardarán décadas en recuperarse. El problema no es que sean irresponsables; el problema es que nunca nos enseñan. 

La educación financiera debería empezar en la secundaria, no después. Enseñarnos desde los 12 o 13 años conceptos como presupuesto, ahorro, crédito, inversión básica y administración de riesgos no es sobrecargarnos de información, es empoderarnos. Es darnos herramientas prácticas que usaremos todos los días de nuestra vida adulta. 

Imaginemos por un momento que, en lugar de aprender de golpe, a base de errores caros en la universidad o en los primeros trabajos, los jóvenes estuviéramos preparados. Que entendiéramos desde temprano que pedir un préstamo no es «dinero gratis», que una tarjeta de crédito no es una extensión del sueldo, que ahorrar para emergencias puede ser la diferencia entre la estabilidad y la bancarrota. ¿Qué sociedad podríamos construir si hiciéramos de la educación financiera una prioridad desde la secundaria? 

Además, la alfabetización financiera no es un lujo. En un mundo donde abrir una cuenta bancaria, contratar un seguro o planificar una jubilación son necesidades básicas, entender el dinero es tan esencial como saber leer o escribir. 

En México, cada vez más jóvenes enfrentan decisiones sobre préstamos educativos, microcréditos o financiamientos para emprender. En Estados Unidos, las deudas de préstamos estudiantiles superan los 1.7 billones de dólares. En ambos países, la falta de educación financiera agrava la desigualdad, porque quien no entiende las reglas del dinero está en desventaja antes de empezar a jugar. 

La solución no es compleja. No hace falta transformar todo el sistema educativo para integrar finanzas personales de manera gradual y práctica: talleres interactivos, proyectos de presupuesto escolar, simulaciones de inversión básica, ejercicios para entender tarjetas de crédito y ahorro a largo plazo. Son cambios pequeños, pero que tendrían un impacto profundo. 

No se trata de formar banqueros ni inversionistas en potencia. Se trata de formar ciudadanos capaces de tomar decisiones conscientes sobre su futuro. Se trata de darnos una herramienta poderosa: el conocimiento. Porque quien entiende cómo funciona el dinero tiene más posibilidades de construir una vida de estabilidad, de emprendimiento y de bienestar. Y eso es algo que todos los jóvenes merecemos, no sólo los que tienen la suerte de aprenderlo en casa. 

El momento de aprender finanzas personales no es cuando ya estamos endeudados. El momento es ahora. Es en secundaria. Es en preparatoria. Es cuando aún tenemos toda una vida por delante para tomar mejores decisiones. 

Por Diego Guiot.

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