La madurez emocional

Por Ana Willis

Muchas veces cuando observo una familia, o cuando me observo a mí misma teniendo interacciones con mis hijos basadas en gritos y amenazas, me pregunto si desde lejos se puede identificar quién es el adulto. Si eliminamos la diferencia de altura, las arrugas, las canas o cualquier otro rastro de la edad, ¿Cómo podríamos distinguir entre dos personas actuando de la misma manera?


Ser adulto, por definición se refiere a una persona que ha pasado por la adolescencia y ha llegado a su pleno desarrollo físico y mental. Cuando hablamos de adultez, por lo general lo equiparamos a una cierta edad y un cierto grado de responsabilidad en la toma de decisiones. 

Todos vivimos dentro de un espectro de madurez genuina e inmadurez.

Pero, ¿dónde queda el desarrollo emocional en esta descripción? ¿Cuáles son las características de una madurez genuina que incluya una madurez emocional correspondiente al desarrollo físico y mental característicos de la adultez?

  • Una persona con madurez genuina es aquella persona que:
  • Puede mantener sus emociones en línea con sus principios,
  • Puede continuar con una tarea a pesar de enfrentar obstáculos
  • Puede tolerar la incomodidad, en lugar de buscar calmar la ansiedad en todo momento
  • Puede observar la parte que juega en una relación
  • Busca mejorarse a sí misma en lugar de culpar a otros
  • Puede mantenerse en contacto con esas relaciones difíciles
  • No busca que alguien más solucione sus problemas
  • Se frena de hacer las cosas por los demás
  • Resiste la tentación de cambiarse a sí misma, en búsqueda de la aceptación

El camino no siempre es claro y el impulso a eliminar la incomodidad que provoca el cambio es fuerte.

La realidad es que todos tenemos huecos en nuestra madurez emocional. Todos vivimos dentro de un espectro de madurez genuina e inmadurez. En algunas ocasiones, y en algunas relaciones podemos mantenernos más cercanos al polo de madurez genuina, mientras que en otras relaciones dejamos todo rasgo de madurez y nos regresamos a una etapa de completa inmadurez. El poder observar e identificar las relaciones donde más trabajo nos cuesta mantenernos dentro del rango de la madurez genuina, es el primer paso para poder trabajar en incrementarla. Esas relaciones donde, constantemente, perdemos el control o reaccionamos de más o dejamos a un lado nuestras creencias o principios por evitar un conflicto, son la principal fuente de información acerca de las áreas donde necesitamos crecer. 

Cuando una persona trabaja en su propia madurez emocional:

  • Cambia el foco de ver los problemas en los demás, a entender cuál es la parte que juega en cada interacción.
  • Busca hacer un proyecto de trabajar en sí misma.
  • Crea el espacio necesario para que los demás hagan su propio trabajo de crecimiento individual.
  • Se plantea objetivos y principios por los cuales vivir su vida.

Trabajar en la madurez emocional requiere de un esfuerzo intencional y constante. El camino no siempre es claro y el impulso a eliminar la incomodidad que provoca el cambio es fuerte. Se trata de hacer de nuestro crecimiento personal y madurez emocional, un proyecto de vida. 


Ana Willis es psicóloga de México. Cuenta con Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica y entrenamiento en Terapia Familiar Sistémica. Actualmente consulta en al área de The Woodlands, TX.  La puedes contactar por medio de su página – resourcesbyanawillis.com.

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